Maximiliano Barrientos es autor de La desaparición del paisaje (Periférica, 2017). Hablé con el sobre su novela, la traducción y la literatura en general.
TG: La desaparición del paisaje es uno de esos libros que parece sencillo: la historia de un hombre de 32 años, que vuelve a Bolivia después de 12 años en EE.UU. Pero cuando intento describirlo a amigos y compañeros me aturullo. Me doy cuenta de que, a pesar de ser relativamente corto (unas 270 páginas) y tener una trama más o menos sencilla, toca muchos temas. ¿Me lo puedes resumir en pocas palabras?
MB: El más explícito de todos es el del regreso, lo que significa volver al lugar en el que sucedieron las experiencias importantes y también el lugar de donde el personaje huyó, ya que la novela parte de esa huida no narrada. Hay una problemática en todo regreso porque uno vuelve al espacio físico pero no al espacio mental, emocional, donde sucedieron esas cosas. Uno vuelve al lugar, pero no al pasado (este aparece todo el tiempo como un espectro). Por lo tanto, el pasado es otro de los temas importantes de la novela. El tercer gran tema, a mi parecer, es la familia, especialmente la relación entre padres e hijos, y la lucha que los hijos emprenden cuando se ven amenazados por los demonios de los padres. En esa lucha creo que se aborda la construcción de la masculinidad, de cierto tipo de masculinidad, que procesa la pérdida desde la rabia y desde la violencia.
TG: Una de las cosas que me encanta cuando me pongo a traducir un texto -que en este caso solo consiste en una muestra hasta ahora- es que me obliga a leer con mucha atención. Confieso que no soy un lector particularmente atento por naturaleza (¡dicho de otra manera, soy vago!), pero cuando empiezo a traducir me fijo en todo: la puntuación, las ambigüedades, los pequeños silencios, el ritmo de los diálogos. Es como si, por arte de magia, me hubiera convertido de repente en una especie de lector superdotado. Al traducir las primeras 15 páginas de La desaparición del paisaje, me di cuenta de que tu estilo -que a primera vista parece sencilla- también es bastante idiosincrático. ¿Me puedes comentar como concibes tu estilo, en qué consiste?
MB: Concuerdo. Es interesante como traducir nos obliga a ser lectores puntillosos, yo he tenido una experiencia muy discreta y totalmente amateur traduciendo algunos cuentos de autores como Peter Orner, Aimee Bender, Mary Gaitskill y Rick Bass para un taller de creación literaria que imparto desde hace algunos años. Como quería comentar algunas cuestiones estructurales de ciertos relatos, y como no había traducción al español, yo les pasaba el original y adjuntaba la traducción que había hecho.
Creo que el estilo no se escoge, siguiendo a la gran Flannery O’Connor, es un don, algo innato, con lo que uno se topa en algún momento después de innumerables fracasos, después de innumerables lecturas en las que intuyes lugares por los que no querés irte como narrador. Ayuda más al estilo descubrir qué cosas detestas en ciertos escritores que descubrir qué cosas adoras. La educación literaria es un campo de batalla en el que hay que tomar partido por un bando o por otro, no hay neutralidad.
El estilo es un descubrimiento, pero sin el aprendizaje del oficio queda amorfo. Se lo potencia con el oficio, y supongo que ese es el aprendizaje del escritor. A mí me interesa que el lenguaje produzca la ilusión de la experiencia, induzca una vivencia en el lector, y para ello tiene que invisibilizarse y convertirse en una cadencia, en un ritmo, en una respiración que esté al servicio de ciertas imágenes claves. Lo primero y más importante para mí es la imagen: el lenguaje trata de traducirla.
TG: Que yo sepa, antes de leer La desaparición del paisaje solo había leído una novela boliviana en mi vida: Los afectos, de Rodrigo Hasbún (traducido al inglés con el título Affections, por Sophie Hughes y publicado por Pushkin Press). ¿Te sitúas dentro de una tradición literaria boliviana, o más bien dentro de algo más amplio: la literatura latinoamericana o incluso en lengua española, sencillamente? ¿Hay algún escritor en particular que ha tenido mucha influencia en tu trayecto como autor?
MB: Creo que es difícil hablar de una tradición boliviana o latinoamericana ya que bajo esa etiqueta se asocian a escritores que no tienen nada que ver entre sí, que tienen poéticas muy distintas, contrapuestas. Yo me siento en deuda con ciertos escritores bolivianos, latinoamericanos, norteamericanos y europeos. Si tuviera que hacer algo así como una tradición, las puntas de lanzas serían poetas como Jaime Saenz, Viel Temperley y Zbigniew Herbert. Novelistas como William Faulkner, J.G. Ballard, Vladimir Sorokin, Cormac McCarthy y Juan José Saer. Cuentistas como Raymond Carver, Denis Johnson y Mariana Enríquez.
El concepto de tradición estrictamente literario no puede mapearse por territorios sino por afinidades con el imaginario y con la sensibilidad, y por lo tanto no hablamos de estructuras sólidas sino de estructuras movedizas. Un escritor no siempre pertenece a un mismo linaje: se producen rupturas en el tiempo.
Si lo pensamos desde una perspectiva territorial, la tradición funciona más en términos de lobby. Si un escritor mexicano o argentino publica una novela la tendrá mil veces más fácil que uno ecuatoriano o boliviano, eso por el mismo sistema de producción, por la misma infraestructura. ¿Se aborda con la misma expectativa una novela escrita por un paraguayo que una escrita por un colombiano? Sería absurdo pensar que sí. Todo el sistema está montado para favorecer a las tradiciones fuertes.
Este es el texto original de la conversación que mantuve con Maximiliano por email. Figura en inglés en este artículo, que ofrece una reseña La desaparición del paisaje, acompañada por una traducción de las primeras 12 páginas de la novela.
Y aquí escribo sobre el reto que supone intentar captar el estilo de Maximiliano Barrientos al traducirlo al inglés.